EN LA OSCURIDAD
Nos fuimos a negro, el apagón nos sorprendió, entonces la oscuridad pasó a ser parte de nuestra cotidianeidad, a andar a tientas, adivinando.
Nos dejó varados en la esquina del sub desarrollo mental, con nuestras linternas y velas. Revivir el siglo pasado con su lumbre y fuego, nos volvió ermitaños, escondidos en las casas, enconchados en nuestras tinieblas, en el silencio y compañia de la negritud de la noche.
Allí precisamente es donde a través de los corazones apreciamos la luz interior, la solidaridad y la humanidad; pero tambien encaramos los demonios contra quienes luchamos, la impotencia, y la impaciencia.
La noche y su lobreguez nos convierte en melancolía y tristeza, en desconsuelo.
Voces y susurros, lamentos, y excusas inútiles intentan sofocar un malestar común, inédito. Después de los gritos, de la rabia y la queja pasamos a la costumbre, a ser mercaderes de nuestras tragedias, a jugar con la necesidad y cambiar el telón de fondo.
Pero al llegar la luz, cuando los bombillos se iluminan, comienza la cuenta regresiva, a la temida incertidumbre, la espera infinita de volver sin saber cuando, quedar de nuevo en la oscuridad...
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