AGRADECER AL CARCELERO
Sentados al borde de la incomprensión, en el intento estéril de digerir lo que nos acontece, indagamos en una pasmosa parálisis que nos inunda, envueltos en un velo etéreo, donde surgen en la atmósfera miles de incognitas.
Fingiendo a veces una valentia a prueba de fuego, no desisten en quebrarnosla con alevosía, con una calamidad galopante, sin disimulo ni recato. Los dias se nos presentan a menudo, tiranos, grises, inmensos. Nos cercan los desafueros, las ausencias y la impaciencia. Es un eterno dilema, debatirse entre lo real y lo imaginable, nuestro destino ennegrecido por la tristeza que deviene de esa impotencia, del chocar contra lo negado, y menguan nuestras fuerzas, y las esperanzas se difuminan cual ráfagas. El tiempo no espera, nos agrede con su segundos marcando lo que resta, sin compasión. Incrédulos, apáticos nos vamos quedando olvidados, marginados por una secta que nos robó todo. Inmisericordes truanes que truncaron el futuro obligando a muchos a partir, hacia el desencuentro, a perderse en otras latitudes, con distintas coordenadas. Perseguidos y atormentados, famélicos, orates, sonámbulos, hastiados, otros, confinados como nuevos habitantes a una tierra desconocida, incolora, mustia, aletargada, a la espera de una utópica esperanza. Quitan. arrebatan, engañan, humillan, degradan, canjean tu dignidad por pan, socavan los espiritus, juegan a la ruleta rusa, nos llevan al extremo, deshidratan nuestra conciencia, y nos colocan un velo en los ojos, confinandonos a una sempiterna oscuridad.
Una gran felonía es vivir en cautividad la cual es el sino de un peculiar prisionero que habita en cada uno de nosotros. Tras los barrotes del miedo, y el desaliento, este enigmático cautivo habita en una cárcel de ilusiones. Esta celda está herméticamente sellada pero siempre emerge una esperanza que mantiene encendidos nuestros anhelos: conseguir la llave liberadora.
Al final se necesita mucha locura para soportar tanta realidad...
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