LA FELICIDAD VERDADERA

Una buena pregunta: ¿qué es lo que más deseamos? No hay ser humano que no desee mas que alcanzar la felicidad. Pero ¿en qué consiste esa felicidad? Palabras mas, palabras menos, el mundo está lleno de atractivas y bellas palabras que se quedan demasiadas veces en las nubes y no nos sirven para conseguir tan anhelado sueño, pues somos engañados por una mala fonética de valores. En realidad la felicidad mal buscada se encuentra en el materialismo, en la fijación egocéntrica y banal. La felicidad la buscamos en la superficialidad y en la satisfacción que no da el poder, el éxito, el dinero y el placer a ultranza. Craso error, por allí no está ni cerca...Ser feliz no es conformarse, mas bien es, no preocuparse por obtener algo que puede inducirnos a ser felices per se, es decir el alcanzar metas o sueños no deben condicionar la felicidad, porque es la manera a través del medio que destruimos el fin, que seria en este caso ser felices, y cuando logremos ese fin, volveríamos a ser infelices. La felicidad es mas que eso, y vaya que lo es. Séneca definió la felicidad verdadera así:” Busquemos algo bueno, no en apariencia, sino sólido y duradero, y más hermoso por sus partes escondidas; descubrámoslo. No está lejos: se encontrará; sólo hace falta saber hacia dónde extender la mano; mas pasamos, como en tinieblas, al lado de las cosas, tropezando con las mismas que deseamos... La vida feliz es, por tanto, la que está conforme con su naturaleza, lo cual no puede suceder más que si, primero, el alma está sana y en constante posesión de su salud; en segundo lugar, si es enérgica y ardiente, magnánima y paciente, adaptable a las circunstancias, cuidadosa sin angustia de su cuerpo y de lo que le pertenece, atenta a las demás cosas que sirven para la vida, sin admirarse de ninguna; si usa de los dones de la fortuna, sin ser esclava de ellos. Comprendes, aunque no lo añadiera, que de ello nace una constante tranquilidad y libertad, una vez alejadas las cosas que nos irritan o nos aterran; pues en lugar de los placeres y de esos goces mezquinos y frágiles, dañosos aún en el mismo desorden, nos viene una gran alegría inquebrantable y constante, y al mismo tiempo la paz y la armonía del alma, y la magnanimidad con la dulzura, pues toda ferocidad procede de debilidad.”

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