Equilibrio, armonía y paz


Tiempos difíciles como los vividos a diario, van socavando en muchas personas, la esperanza, el ánimo, la fe y el optimismo. Muchos comentan que se sienten defraudados, tristes o decepcionados. Todo esto tiene una significación producto de las contingencias o incidencias a los que somos sometidos en algún momento. El poseer una actitud equilibrada, una conducta mesurada, nos convierte en seres equilibrados tanto mental como espiritualmente; conscientes de nuestras emociones y facultades intelectuales. El ser humano, cuando llega al límite de sus fuerzas, bien por las tensiones diarias, bien por otros motivos, o por una desgraciada confluencia de circunstancias, cae en la enfermedad. Unas veces se trata de dolencias físicas y otras, cada día más, son dolencias de tipo psíquico. Debemos saber que la persona sana y equilibrada debe descubrir en sí misma los muchos potenciales buenos que tiene y ponerlos en práctica. Ya el psicólogo norteamericano W. James, afirmaba que “la personalidad sana supone un equilibrio mental que lleva a vivir la vida en un tranquilo optimismo, con ánimo resuelto y con una coherencia lineal; y origina una fe que surge de la fortaleza. Al preferir el bien al mal, la persona moral lucha por él con la confianza que siente en sí misma. Es una persona valiente, exultante incluso en el peligro y en la incertidumbre de la victoria. “Hablamos mucho de la paz, pero esta solo puede existir cuando el ambiente es propicio. Debemos crear esta atmósfera y para hacerlo debemos adoptar la actitud correcta.La paz, básicamente, debe nacer de nosotros mismos”. Dalai Lama

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