CONCEPTUALISMOS SOBRE EL MAL

¿Cuál es la causa de los males que nos asaltan durante la vida? ¿Por qué hay tantos sufrimientos y desagrados? Según las enseñanzas budistas todo sufrimiento proviene de las "tres raíces del mal": el odio, la codicia y la ignorancia. Esta enseñanza parece demasiado simplista pero si la estudiamos al fondo nos daremos cuenta de su profundidad. Se puede decir que todos los males dentro de nuestras vidas privadas y la sociedad en general se derivan de las tres raíces.
las tres raíces.
El odio surge cuando encontramos cosas que amenacen nuestro sentido de yo, perturbando la seguridad que esperamos. Al contacto con estas cosas reaccionamos con rechazo y odio.
La avaricia es el opuesto del odio. Realmente "avaricia" no es una buena traducción del palabra original hindú "lobha", aunque sea la más común. Más bien quiere decir algo como "deseo neurótico". Es el deseo de aferrarnos a cosas que apoyan la sensación de tener un "yo" duradero.
La última raíz del mal es la ignorancia. En el Budismo "ignorancia" no quiere decir la falta de conocimientos o de una buena formación intelectual. Es una ignorancia espiritual... un estado de no reconocer la realidad de las cosas. 
Nos sobrecoge, nos conmueve, nos revuelve, nos asombra, nos asquea hasta la náusea, nos repugna, nos llena de rabia. Nos resulta imposible entenderlo. Pero existe. El mal es un fenómeno que siempre ha llamado la atención de la humanidad. ¿Qué han dicho sobre él los filósofos a lo largo de la historia? ¿Es consustancial al ser humano? ¿Qué lo provoca? ¿Debe la sociedad asumirlo de forma natural?

Schopenhauer decía que el mal tiene un punto de partida incontestable: nosotros mismos. Forma parte de nuestra naturaleza como lo hacen el amor, la violencia o el deseo. El alma humana es lo suficientemente grande como para albergar todos esos extremos.


Friedrich Nietzsche iba un paso más allá y ponía el origen del mal no sólo en el ser humano, sino en la propia naturaleza. El mal está en todas partes, en todas las especies. No se trata de una malformación, ni de algo circunstancial. El mal no es un accidente. Forma parte del todo y la prueba está en que, si uno observa la naturaleza, puede ver que hay maldad en todos los ámbitos, de la misma manera que hay bondad. De ahí que resulten ridículos nuestros intentos racionales de enfrentarnos al mal, disminuirlo o acabar con él. A la naturaleza no le importan nuestras normas morales y no se doblegará a ellas.



 Thomas Hobbes, si bien, para él, dicha libertad no era un modo alguno algo bueno. La humanidad, en libertad, tiende a caer en el mal, el caos y el sufrimiento, generándose un estado de guerra de todos contra todos que únicamente puede ser combatido mediante un poder judicial restrictivo que siembre el temor al estado en el corazón de sus ciudadanos.


Para Sócrates,  como se desprende de los Diálogos de Platón, el maestro griego atribuía el mal a la ignorancia. Es decir, que los humanos somos malvados por la sencilla razón de que no conocemos qué es el bien y cómo hemos de actuar para vivir conforme a él. El malvado no sería tal si tuviera verdadero conocimiento de su error. Si fuera consciente de que vivir éticamente es la mejor manera de vivir, la más feliz, no optaría por la maldad.
Aristóteles, en cambio, tenía como piedra angular de su ética la moderación. Para el filósofo macedonio, es en el justo medio entre dos diferentes extremos donde se haya la virtud, algo que, por otra parte, ha sido muy criticado por filósofos posteriores. Por ejemplo, aplicado al caso que nos ocupa: ¿hay virtud en una maldad moderada?
San Agustín a partir de la doctrina neoplatónica del mal,lo define como  un no ser, carencia del ser, es decir, no es sustancia, pues si así fuera se presentarías dos situaciones : si lo fuera estaríamos hablando de una substancia incorruptible, sinónimo de un gran bien o una substancia corruptible, por lo cual el bien en cuestión no podría entrar al campo de lo corruptible. Es importante comentar que porque el mal es no ser no estaría Dios como su autor, pues nació de la nada y, en consecuencia, la divinidad no es ser de la nada. “Siendo Dios bueno, como tú sabes o crees –y ciertamente no es lícito creer lo contrario, es claro que no puede hacer el mal” nos dice al respecto en su obra “Del libre albedrío”.
La matanza de unos seis o siete millones de judíos en los campos de exterminio fue una de las mayores barbaridades y monstruosidades de la historia. Y la banalidad o lo trivial e insustancial del mal está en la ausencia de malignidad. Ya que el hombre se ha transformado en algo superfluo en la mente, por ejemplo, de Eichman, y de otros jerarcas nazis. Según Arendt la incapacidad de juicio, y la falta de reflexión y pensamiento es lo que explica la horrible conducta que causó el pavoroso sufrimiento y muerte de millones de inocentes, simplemente, por su condición de judíos. La diferenciación entre conocer y pensar es el eje que hace posible entender la bajeza moral a la que se puede llegar.
El mal es algo que se comete en nombre de otra cosa y, en ese sentido, tiene una finalidad, pero esa otra cosa, no tiene utilidad alguna por sí misma. "Se trata, más bien, de una acción con un propósito que se emprende en nombre de una condición que, esta sí, carece de propósito, según refiere Terry Eagleton.
En verdad, a lo que hay que temer no es al mal, sino al interés propio y la voracidad humana. "No todos los actos monstruosos son siempre cometidos por individuos monstruosos, ni mucho menos"  Es decir  la mayor parte de la violencia y de la injusticia es el resultado de fuerzas materiales; a saber, las estructuras, las instituciones y los procesos de poder y no de las predisposiciones viciosas de los individuos . Por supuesto que hay razones de sobra (freudianas y de más clases) para creer que buena parte de la maldad humana sobreviviría incluso al más profundo de los cambios políticos, pero todo materialismo auténtico debe ser consciente de los límites de lo político y, por tanto, de nuestra situación en tanto especie material que somos.
Es por ello que buena parte de la conducta inmoral que observamos está estrechamente ligada a las instituciones materiales, y eso, hasta este punto y de manera muy parecida a lo que sucede con el pecado original, no es del todo culpa de quienes cometen tales inmoralidades. 


ISABEL VIRGINIA CHIRINOS FLORES

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