ERIC CLAPTON IS GOD
"Eric
Clapton is God" (Eric Clapton es Dios), así reza un popular grafito aparecido
en las calles de Londres a finales de los años sesenta que sirve de muestra
indicativa de la popularidad y el entusiasmo que este extraordinario
guitarrista despertó en la sociedad británica. Ha tenido una de las vidas más convulsas del
panorama musical internacional, a saber, drogas, alcohol, mujeres... lo
imprescindible para hacer de él una leyenda viva del rock. Su vida, según él mismo cuenta, está plagada de
recuerdos musicales y de "opciones equivocadas". Eric Patrick Clapton es un
hijo de la mentira y del fragor de una noche, de esas donde el alcohol puede más
que la cordura. Nacido en Ripley, Reino Unido en 1945, guitarrista británico de blues, creció en una casa donde recién a los nueve años descubrió que
a la que el creía su madre, en realidad era su hermana mayor; que se estaba
criando en la casa de sus abuelos y que su verdadera madre había escapado de
esa maternidad no deseada. Con los años recompondría esa relación con su madre
biológica llamada Pat. Las bandas de jazz de su juventud, que le animaron a
subirse a un escenario, el Blonde on blonde de Bob Dylan, y otros creadores
como James Brown o Bob Marley fueron algunas de sus inspiraciones, que pronto
se convirtieron en un talento y una pasión desmesurados por la música. Los
frutos de este 'amor' llegaron en formaciones como Cream. Los "años
perdidos" de 'mano lenta' A principios de la década de los 70 llegó el
despegue en solitario de Clapton, que ya tenía tras de sí una contrastada
reputación gracias a sus colaboraciones con el propio Dylan o The Beatles y a
éxitos como Layla, -que escribió para Pattie Boyd, esposa entonces de su amigo
George Harrison-. Clapton se sumió en una profunda adicción a las drogas Fueron
los llamados "años perdidos" para el músico británico, que se sumió
en una profunda adicción a las drogas hasta que editó 461 Ocean Boulevard
(1974), uno de los hitos que construyen la impecable trayectoria profesional de
'mano lenta' y que incluye en su repertorio la versión de I shot the sheriff. A
este éxito le siguió, varios álbumes después, otro de sus momentos más
inspirados, Slowhand (1977), ambos con una acogida tan favorable que mantuvo al
británico en la carretera durante el resto de la década. Su relación con George Harrison nunca se vio enturbiada, a pesar de enamorarse
de Pattie Boyd y casarse con ella, una mujer a la que apodaba Nell y con la que
vivió una relación que nunca fue tan idílica como parecía por culpa de su
adicción al alcohol, inevitable sustituto de las drogas para el músico. La batalla con su nueva
adicción se prolongó durante los años 80 y a ésta se sumó a la inesperada
pérdida de su hijo de cuatro años de edad, Conor, que supuso una absoluta
catarsis para Clapton y que le reconcilió aún más con la música. Como resultado
creó uno de sus temas más conocidos, Tears in Heaven, con el que luchó contra
sus demonios personales y que encauzó definitivamente una carrera que ahora se
encuentra en plena madurez.
Niño y adulto retraído encontró refugio en la guitarra, en el rhythm and
blues, el rock and roll y el blues; principalmente en el blues donde pudo
identificarse con historias de perdedores, engañados y sufridos afroamericanos
que llegaron a los oídos correctos. Clapton será la representación blanca de
una cultura negra que debió cruzar el Atlántico para ser reconocida en la
guitarra de un prodigio que ponía sus fichas para ser como The Beatles o The
Rolling Stones. Clapton no pidió ser un dios, pero sus fanáticos así lo
quisieron. No está claro si es el mejor guitarrista de la historia, más
discutible aún es si ha sido el más creativo o ingenioso en las seis cuerdas,
pero en Eric Clapton vive una de las mejores historias del rock and roll, de
esas que incluyen grandes discos, estrepitosas caídas, muchos excesos, grandes
cantidades de drogas y una buena dosis de tormentosos amores que inspiraron
reconocibles e inmortales canciones en la música popular durante la segunda
mitad del siglo XX. Su carrera ha sido de altos y bajos, con períodos
francamente olvidables, especialmente aquella producción ochentera que mostró a
un Clapton entregado a los designios de amigos que lo llevaron por pintorescos
caminos sonoros, contaminando una rica historia apegada más a la música de raíz
negra. Clapton es una leyenda viviente, hoy más cercano al descanso y la
pulcritud diaria. Ha cumplido 70 años y atrás ha quedado el rock and roll en
toda la amplia gama que rodea el concepto. Hoy es un buen padre que compra
Ferrari, viste ropa hecha en Japón y toca cada vez menos, autodefiniéndose como
un “flojo” a la hora de tocar y componer, como señalara a la revista Rolling
Stone. Pero está bien, han pasado 70 años y a estas alturas le podemos perdonar
todo, porque a final de cuentas, Eric Clapton seguirá siendo un verdadero
sobreviviente que salvó gracias a un milagro que lo elevó a esa especial
categoría de inmortal de la historia, espacio que está estrictamente reservado
para un Dios como Eric Clapton.
ISABEL VIRGINIA CHIRINOS FLORES
08/04/2015
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