DEL INSILIO O EL DESTIERRO DE UNO MISMO

La palabra no existe en el diccionario, pero los estudiosos del comportamiento humano la conocen muy bien; y aunque la Academia (DRAE) no la reconozca, la idea y el estado que representa, seguro han sido conocidos por todos en algún momento y en cualquier ámbito de la vida; quizá ahora mismo, ante la inconformidad con la realidad exterior.

Contrario al exilio; es decir, es una forma de irse sin moverse del sitio físico, o de quedarse sin en realidad estar. Es el encierro o destierro dentro de uno mismo. 
No es un estado anímico que viene de gratis es un encierro  que lo crea el propio orden político y por supuesto económico, porque ese mismo sistema comienza a cerrar las puertas y a cercenar las libertades individuales de los ciudadanos.

El insilio más que ostracismo, implica un sentimiento de pérdida, es la sensación de no pertenecer a ese mundo impuesto, es no encajar en los esquemas y sentirse excluido dentro de su propio territorio, es pues, sentirse tragado como los hijos del padre Saturno.

Es una una circunstancia netamente existencial, porque se va para adentro. Entonces, una de las características prototípicas del insilio es la ansiedad, una sensación muy fuerte de angustia por el futuro. Al no haber un futuro “cierto”, al no haber un camino, uno decide caminar hacia adentro. Y en muchos aspectos el caminar hacia adentro puede hacer que te pierdas, porque es necesario metafóricamente perderse para volver a encontrarse. Es una cuestión que va profundamente marcada por una sensación de pérdida de sentido, de pérdida del camino lineal y que termina en un camino circular, en espiral.


Si el exilio se caracteriza por la nostalgia, al insilio lo marca el silencio. Todo insiliado entra en la mudez, porque todo lo guarda en un túnel insonoro. Sin embargo, el silencio es también un discurso. El discurso del aguante, de la olla de presión, de la bomba de tiempo, de la rabia contenida.

El insiliado es una suerte de extranjero en su propia tierra sin visa ni pasaporte, no tiene permiso para trabajar, para comer ni para dormir. Su meta es poder llegar al otro día, sobrevivir a las horas, al hambre, a la indiferencia.

El único amigo del insiliado es el tiempo que a la vez, es su enemigo más feroz. A través del tiempo se permite tener la esperanza de un futuro mejor, hasta que se da cuenta de que la esperanza es solo una hermana pobre de la fe y que para tener fe hay que comer, estar saludable y tener bienestar. El tiempo se convierte asimismo, en angustia, porque es él, quien muestra las arrugas del sistema, el deterioro de las instituciones. Todo se corroe, no hay remedios, ni en la farmacia, ni para la vida; la muerte, es el destino más seguro.

El insiliado es la comprobación de la teoría Foulcautiana: “el poder atraviesa el cuerpo para someter al individuo”; y aunque el exilio  siempre tiene carácter político, el insilio no es necesariamente así, pero puede  si lo vemos desde una perspectiva metafórica nosotros tenemos nuestra propia república. Somos la república en  cada uno . Si tienes un cuarto, una casa, una ciudad, un país que te acoge, pero para adentro no sabes cuáles son tus límites, es importante conocer las propias repúblicas internas, que vendrían a ser nuestras emociones, nuestros pensamientos y nuestras conductas.

Otros opinan que las causas que llevan al insiliado a sentirse como se siente pueden ser sociales, económicas o políticas, y que no se trata de razones individuales o que derivan de un proceso psicológico personal, sino que funciona de manera inversa, desde lo exterior hacia lo interior: es por ello que el insiliado deja de sentirse respetado e integrado en el país donde vive y, como consecuencia, se produce el proceso personal de aislamiento y angustia. De aislamiento, porque debe callar socialmente lo que piensa y siente, y de angustia porque ese diálogo que calla hacia afuera, en su interior no cesa...


ISABEL VIRGINIA CHIRINOS FLORES

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