A 400 AÑOS DE LA MUERTE DE CERVANTES Y SU DON QUIJOTE

Cervantes ha planteado, ya desde su siglo, uno de los problemas más apasionantes de la filosofía contemporánea. Y ha enunciado, tácitamente, además, una cuestión estética de vastísima trascendencia; detrás de las apariencias, de la vana epidermis cotidiana del mundo, existe algo más verdadero y consolador. Sobre esta institución se funda, en gran parte, el arte moderno. El dramatismo del Quijote reside, precisamente, en esa oposición entre lo conocido y lo imaginado, entre lo vivido y lo soñado, entre las realidades y los deseos. Y cuando lloramos por don Quijote y sus desventuras lloramos también por ese mundo del alma, más hermoso y más puro, que casi siempre se nos va de entre las manos.La España del siglo XVI puede dividirse en dos grandes segmentos históricos. El primero está habitado por la gloria y aventura del emperador Carlos V; el segundo, por la taciturna y lúcida política del prudente rey don Felipe. El tiempo del emperador es un tiempo cosmopolita y renacentista, España abre sus ventanas sobre Europa. Viene de Italia un viento jovial y sensual que apresura los pulsos y se pone a cantar en los corazones que la ambición y el idealismo espolean. España se desborda y se vierte sobre Europa y sobre el nuevo mundo fragante que amanecía tras la ignota línea del océano. España se convierte en el caballero andante de la cristiandad, en brazo diestro de la fe romana. Los viejos burgos alemanes, las claras villas francesas, las historiadas ciudades de Flandes, las rutilantes ciudades italianas vieron cruzar el vivo friso de los jinetes españoles entre un espejeo de corazas y un rafagueo de banderas. Cervantes es un caballero del emperador. Un soldado de España con todas las implicaciones de esta expresión en el siglo XVI. Combatió a Lepanto recibiendo una insigne herida en la siniestra mano para la gloria de la diestra. Anduvo con su tercio por Italia. Vio hundirse muchas veces la medialuna en las olas mediterráneas. Fue un heroico cautivo en Argel. Su biografía se halla tan colmada de fantásticas peripecias como una novela de caballería. Y su mentalidad es la de uno soldado de la época imperial. Cuando regresa a España, el rey Felipe había cerrado las ventanas sobre Europa. Encuentra entonces un pueblo enclaustrado, meditativo, vuelto hacia Dios. Los caballeros han sido reemplazados por los burócratas. Los capitanes, por los sombríos intrigantes. El soldado de Lepanto se hallaba fuera de lugar. Había terminado la grande aventura caballeresca. El caballero andante regresaba derrotado a su casa. El olor de la fábula se había evaporado. Cervantes, tres veces fracasado, como héroe militar, como galán y como poeta, se encierra en su nostalgia y crea un héroe a quien cargarle a un tiempo sueños de gloria y sus descalabros. Es desde alli que nace el Quijote...Don Quijote es, sobre todas las cosas, la fe. La fe en Dios, en la mujer, en los hombres, en el mundo. La fe en verdades, bellezas, bondades y virtudes. La fe triunfante a pesar de todo. La fe que se defiende a brazo partido así la cerquen la fealdad y la injusticia, la traición, la deslealtad y la perfidia. La fe que se sobrepone, incluso a la irrefutable realidad circundante, al burdo y descaecido acontecer y crea, como emanación de lo real, una mágica sobrerrealidad que pueda darle sentido y hermosura a la existencia. Don Quijote es la fe que transporta las montañas, que vuelve a crear el mundo, que convierte los molinos en gigantes, que hace de las dueñas y las zafias campesinas estilizadas princesas y damas de alcurnia, la que ve en la bacía del barbero el yelmo de Mambrino y mira en la desapacible venta caminera, castillo señorial y torreado. Don Quijote es, pues, el héroe de la fe. Y el libro de Cervantes, una epopeya de la fe.

Nació en Alcalá de Henares, España, en 1547 y murió en Madrid, 1616 .Paradógicamente esta inmensa fama de este libro inmortal, que parte de la parodia del género caballeresco para trazar un maravilloso retrato de los ideales y prosaísmos que cohabitan en el espíritu humano, ha hecho olvidar la existencia siempre precaria y azarosa del autor, al que ni siquiera sacó de la estrechez el fulgurante éxito del Quijote, compuesto en los últimos años de su vida. 


ISABEL VIRGINIA CHIRINOS FLORES
21/05/2016

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