AUSENCIA DE DIOS

Abominables crímenes que nos muestran grotescas imágenes de cuerpos abaleados, ultrajados, descuartizados...Escenas que se repiten continuamente ante nuestros ojos: niños muertos atrapados en tiroteos de pandillas, mujeres quemadas o cortadas en pedazos por sus parejas, cabezas humanas mostradas como trofeos por los dueños de los penales, cientos de cadáveres amontonados en las morgues, producto de fines de semana sangrientos... Violaciones, atracos, secuestros, homicidios, sicariatos...Madres que han perdido a todos sus hijos, madres que ven enterrar a sus hijos.  Niños violados, torturados  y ajusticiados por sus padres, padres asesinados por sus hijos,  hermanos muertos por sus hermanos, hermanos contra hermanos, familias contra familias...La locura y el desespero son patrimonio de nuestro tiempo, algunos podrían pensar que Dios se olvidó de nosotros, o fue expulsado  del corazón mismo de la vida, o mejor dicho,  una sociedad de la que Dios está ausente. El sentido del hombre ha reemplazado al sentido de Dios. En otros tiempos se atacó un dogma: fueron las herejías, trinitarias o cristológicas. En la época del renacimiento, el protestantismo atacó la Iglesia; el siglo XIX impugnó la divinidad de Cristo. Pero estaba reservada a nuestro siglo una negación más radical: la negación de Dios y su reemplazo por el hombre. El pecado del mundo actual es, como en tiempos antiguos, la idolatría, ¡la idolatría del hombre! Corazón y mente han sido puestos al servicio de la hechicería, del fetichismo, de la adoración a hombres. Los grandes ídolos de nuestro tiempo son el dinero, el placer, la comodidad: lo que sirve al hombre. Y si pensamos en Dios, siempre hacemos de El un medio al servicio del hombre: le pedimos cuentas, juzgamos sus actos, nos quejamos cuando no satisface nuestros caprichos. Muchos continúan pronunciando el nombre de Dios, pero no pueden olvidar esas enseñanzas que desde pequeños les enseñaron sus padres, pero se han acostumbrado al sonido de la palabra DIOS, como algo cotidiano y se contentan con ella sola, tras la cual  hay un concepto vacío de toda realidad, o al menos de toda realidad que puede compararse en lo grande y terrible, en lo tremendo y arrobador a la realidad: Dios. La inmensa amargura del alma contemporánea, su pesimismo, su soledad... las neurosis y hasta la locura, tan frecuentes en nuestros tiempos, ¿no son el fruto de un mundo que ha perdido a Dios? Son el  pesimismo brutal de Sartre, la angustia enloquecedora de Nietzsche, son el eco de su grito: Dios ha muerto. Es por ello que el hombre no puede vivir sin Dios, y habría que reconciliarse con él y con todo lo que ello implica: volvernos a su rostro, buscar el perdón, la humildad, y sobre todo el amor al prójimo, que es lo que nos está matando, la ausencia del bien en nuestros actos, que nos impide convivir en armonía y paz...

"Dios no creó el mal. El  mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos".  - Albert Einstein

ISABEL VIRGINIA CHIRINOS FLORES





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