LAS VIRTUDES CARDINALES

Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama “cardinales”; todas las demás se agrupan en torno a ellas. Estas son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza.  
La prudencia  
Es la primera de las virtudes cardinales. Virtud en términos generales es la elevación del ser en la persona humana .  Es la fortaleza moral de obrar de acuerdo con los principios del deber (Kant)  o de acuerdo a Santo Tomás, es lo máximo a que puede aspirar el hombre, o sea la total realización de las posibilidades humanas en el aspecto natural y sobrenatural.  Aristóteles, destaca que es  el poder de la voluntad, que pasó a ser junto con la inteligencia, los elementos constituyentes de la virtud. la prudencia es en efecto, la medida del saber, querer, osar y callar.a prudencia es la virtud que permite cambiar el conocimiento de la realidad en práctica del bien, implica la humildad de percibir en silencio, con sencillez; significa una relación entre el rigor, la deliberación y el arrojo. La prudencia enseña el camino hacia la propia perfección y evolución espiritual. El prudente puede ser justo, fuerte y templado.
Sin prudencia no hay justicia, fortaleza ni templanza.

  La Fortaleza 
Supone vulnerabilidad; sin ésta no se daría la posibilidad misma de la fortaleza. Si el hombre puede ser fuerte es porque es esencialmente vulnerable. La esencia de la fortaleza consiste en aceptar el riesgo de ser “herido” en el combate, por la realización del bien; entendiendo por “herida” aquí, toda agresión, contraria a la voluntad que pueda sufrir la integridad natural, toda lesión del ser que descansa en sí mismo, todo aquello que aconteciendo en y con nosotros, sucede en contra de nuestra voluntad. En resumen: todo cuanto nos resulte negativo, cuanto nos cause daño o dolor, cuanto inquieta y oprima. La fortaleza por lo tanto no es independiente ni descansa sobre sí misma. Su sentido propio le viene sólo de su referencia a algo que no es de ella, es por eso que la fortaleza es nombrada en tercer lugar en la serie de las virtudes cardinales y esta enumeración no es casual, la prudencia y la justicia preceden a la fortaleza. Significa que sin prudencia y sin justicia no se da la fortaleza: sólo aquél que es prudente y justo puede además ser valiente, por lo tanto examinemos un poco las relaciones de la prudencia y la justicia con la Fortaleza. La virtud de la fortaleza reconoce y guarda el orden natural de las cosas.El hombre valiente mantiene los ojos abiertos y es consciente de los riesgos que afronta para la consecución del fin propuesto, por eso ni ama la muerte ni desprecia la vida.Los ingredientes más importantes de la fortaleza son la resistencia y la paciencia. 

La Justicia

La palabra Justicia, se ha usado y se usa para designar el criterio ideal, o por lo menos el principal criterio ideal del Derecho, es decir la idea básica sobre la cual debe inspirarse el derecho; pero también, justicia ha sido empleada para denotar la virtud universal comprensiva de las demás virtudes. Platón, para éste la justicia es la virtud fundamental de la cual se derivan todas las demás virtudes, pues constituye el principio armónico ordenador de éstas, el principio que determina el campo propio de acción de cada una de las demás virtudes: de la prudencia o sabiduría para el intelecto, de la fortaleza o valor para la voluntad y de la templanza para los apetitos y tendencia. Para Aristóteles “la justicia es expresión de la virtud total o perfecta”, de la cual dice que “consiste en una medida de proporcionalidad de los actos, la cual representa el medio equidistante entre el exceso y el defecto”. San Agustín la hace consistir en el amor del sumo bien y de Dios y la presenta también como la suma de toda virtud, que establece para cada cosa su propio grado de dignidad y que consiguientemente subordina el alma a Dios y el cuerpo al alma y que además señala un orden en los asuntos humanos. Hume dice que la Justicia consiste en que cada acto singular es realizado con la expectativa de que los otros realizarán lo mismo. Se considera un Acto de Justicia  en dar a cada quien lo suyo. Esto supone un precedente, por medio del cual, algo e constituye en propiedad de alguien, es decir se ratifica un derecho a reclamar de otro como algo que se le adeuda y que no corresponde a nadie más que a él.  La razón de que un hombre le deba a otro se encuentra unas veces en la celebración de pactos, contratos, promesas, disposiciones legales y otras veces hay que buscarla en la naturaleza misma de la cosa, sin embargo el acto de Justicia no sólo se fundamenta en un acto mediante el cual algo pasa a ser debido, sino que supone además el acto de la prudencia, que consiste en plasmar en conducta la verdad de lo real. 

La Templanza
 Es toda discreción ordenadora de la conducta del hombre. Tiene un sentido y una finalidad, que es hacer orden en el interior del hombre, es decir templanza es realizar el orden en el propio yo. Lo que distingue a la Templanza de las demás virtudes, es que tiene su verificación y opera exclusivamente sobre el sujeto actuante. La Prudencia, mira el orden en su universalidad. La Justicia establece la relación especifica con los demás y el que posee la Fortaleza, sabe olvidarse de si mismo ofreciéndose en sacrifico a costa de su propia vida si es necesario. La Templanza se opone a toda perversión del orden interior, gracias al cual subsiste y obra la persona moral. Así por ejemplo: el placer sensible que se obtiene en la manifestación de las fuerzas naturales más potentes que actúan en la conservación del hombre. Estas energías vitales que se pusieron en el ser para conservar en el individuo y en la especie aquella naturaleza según la cual fueron constituidos, como dice el Libro de la Sabiduría l,14 dan las tres formas originales del placer, pero precisamente por ser elementos constitutivos que aparecen en el núcleo mismo de la definición del hombre, sobrepasan también a todas las demás energías en capacidad destructora cuando se desordenan. Castidad, sobriedad, humildad, mansedumbre son formas mediante las cuales se manifiesta la Templanza. A través de la Templanza se embellece el hombre. No se trata por supuesto de la belleza facial o sensitiva de una agradable presencia, sino que se trata de una belleza irradiada por el ordenamiento de lo verdadero y lo bueno. La hermosura de la Templanza tiene una cara más espiritual y más viril, porque hace ver al hombre en su propia condición, como una semejanza a Dios.

ISABEL VIRGINIA CHIRINOS FLORES
09/05/2013

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