LOS SIETE PECADOS CAPITALES

 La Soberbia

Encabeza los restantes pecados, y según la teología cristiana  , el hombre fue expulsado del jardín del paraíso, porque ofendió a Dios, y cuanto quiso  tener más poder y autoridad que él. La soberbia se define como “amor desordenado de sí mismo”.  Santo Tomás de Aquino expresaba: "es un apetito desordenado de la propia excelencia”. Y se considera pecado mortal cuando es perfecta, es decir, cuando se apetece tanto la propia exaltación que se rehúsa obedecer a Dios, a los superiores y a las leyes. Son sus sinónimos la Altanería, la Ambición, la Hipocresía,  la Desobediencia. Es la renuncia a Dios... 

La Envidia

" Tristia de bono alteriusin quantum est diminutivum propiae gloriae et excellentiae”. Es la tristeza desagrado, pesar, tristeza, que se concibe en el ánimo, del bien ajeno, en cuanto este bien se mira como perjudicial a nuestros intereses o a nuestra gloria. La envidia  nos incomoda y angustia a tal grado cuando apreciamos el  bien o los bienes materiales del otro, que deseamos verlo privado de aquellos bienes que legítimamente ha conseguido y al que, nosotros, por nuestra impotencia, no hemos logrado conseguir.  La mentira, la traición, la intriga, el oportunismo entre otras faltas se desprenden de esta tristeza frente al bien ajeno y a nuestra propia incapacidad de acceder a tales bienes.


La Lujuria 
Es el apetito desordenado de los placeres eróticos (appetitus inorditatus delectationis venerae). La tradición cristiana subdividió este pecado en la simple fornicación, el estupro, el rapto, el incesto, el sacrilegio, el adulterio, el pecado contra la naturaleza, comprendiendo bajo esta última especie, la polución voluntaria, la sodomía y la bestialidad. La lujuria sería siempre un “pecado mortal” pues involucra directamente la utilización del otro, del prójimo, como un medio y un objeto para la satisfacción de los placeres sexuales. La Lujuria sería entonces totalmente contraria al amor –y a Dios– entendido en términos cristianos. El pecado de la lujuria no considera al otro como una “persona” válida y valiosa en sí misma, como un fin en sí misma por el cual tendríamos que darnos.



La Ira

Es el apetito desmedido de venganza que excita.  Es el uso de una fuerza directa o verbal que trasgrede los límites de la legitima restitución de un bien ofendido. La violencia, entendida como el uso de la fuerza, si es desmedida, es claramente una anulación del otro. En el asesinato, por ejemplo, que no corresponde a la legítima defensa, se pretende evidentemente la nadificación del otro. En el lenguaje, mediante la ofensa o el improperio, encontramos también el deseo de perjuicio e incluso de nulidad del otro.
La ira se convierte en pecado gravísimo cuando nuestro instinto de destrucción sobrepasa toda moderación racional y, desbordando todo límite dictado por una justa sentencia, se desea sólo la inexistencia del prójimo.


La Gula

Este pecado se denomina como el uso inmoderado de los alimentos necesarios para la vida. La gula es la manifestación física de un apetito más profundo y significativo. El que cae en las tentaciones de la gula, no sólo quiere consumir comida. Quiere, de alguna manera, ingerir todo el universo. Asimilar, hacer suyo, todo lo exterior, reducir todo lo otro a sí mismo. En este sentido la gula se mimetiza estrechamente con la lujuria, se trata de ponerse por sobre lo otro, reducirlo, objetivarlo y hacerlo suyo. De esta manera  el “glotón” se transforma en el único centro de referencia, en conformidad con el principio del amor a sí mismo. El asimilar, reducir, el universo en general y al prójimo en particular a sí mismo es la más radical negación del otro.

La Avaricia

Es el amor sin medida a las riquezas , siendo el crimen de la avaricia no lo constituyen las riquezas o su posesión, sino el apego inmoderado a ellas; “esa  pasión ardiente de adquirir o conservar lo que se posee, que no se detiene ante los medios injustos; esa economía sórdida que guarda los tesoros sin hacer uso de ellos aun para las causas más legítimas; ese afecto desordenado que se tiene a los bienes de la tierra, de donde resulta que todo se refiere a la plata, y no parece que se vive para otra cosa que para adquirirla.”  En la avaricia se ven claramente los elementos comunes a todos los pecados. Por un lado, el avaro pierde el verdadero sentido de su acción poniendo el fin en lo que debería ser un medio, en este caso la obtención y la retención de las riquezas. 


La Pereza

Está referida a la incapacidad de aceptar y hacerse cargo de la existencia en cuanto tal.La simple pereza, más aún el ocio, no parecen constituir una falta.  Tomado en sentido propio es una “tristeza de animo” que nos aparta de las obligaciones espirituales y divinas, a causa de los obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. La vida nos exige trabajo, esfuerzo para actuar según lo que se debe, esfuerzo que no es ni gratuito ni fácil. Cuando no somos capaces de asumir este costo (este trabajo) y desconocemos aquello que debemos “hacer” en la existencia, la vida humana se transforma en un vacío que me causa “horror”; se transforma en un vacío que me angustia y del cual escapamos constantemente casi sin darnos cuenta. De hecho ‘aburrimiento’ significa originariamente ab horreo (horror al vacío). Decíamos que la acidia es el más metafísico de los pecados capitales porque implica no asumir los costos de la existencia, de escapar constantemente de hacer lo que se debe, por no saber lo que se debe.

ISABEL VIRGINIA CHIRINOS FLORES
09/05/2013

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